El pasado mes de marzo cuando me desplacé a las Palmas de Gran Canaria para ver el AFL14 destaqué -entre otros- el buen papel del jovencísimo Kevin Cordero. Con tan solo 18 años Kevin es un prometedor peleador de artes marciales mixtas canario, padre ya (bautizaba a su hijo Yadiel este fin de semana) y que la pasada semana probó el sabor amargo de la derrota. Fue por KO técnico, sin hincar la rodilla en el suelo, eso sí.
Kevin abría cartelera preliminar en un escenario de nivel, el Echo Arena de Liverpool y ante un rival que salió a por todas, Liam Gittins. ¿Quizás más de lo que se esperaba? «No, el ritmo era el normal pero terminando el asalto casi no podía más. No me había pasado nunca, me pesaban los brazos, las piernas, todo, como si llevara dos horas entrenando», me comenta para mi sorpresa. Me cuesta pensar que un luchador tan joven, con aparentemente tan buena forma física, pueda venirse abajo de la manera que me relata, pero en este deporte hay un factor que escapa al control de los protagonistas: los cortes de peso y sus consecuencias. Y ahí radican las sospechas del bajón de un Cordero que suele pelear en el gallo y que tuvo que bajar al mosca.
Kevin aceptó pelear en el CageWarriors 96 con solo 15 días de antelación. No lo lamenta. «Era una oportunidad que no podíamos echarla para atrás». Tampoco recrimina nada a Marc Goddard al parar el combate a falta de 20 y tantos segundos para acabar el primer capítulo. Lo que sí lamenta es haber podido fallarle a su entrenador, el head coach del Black Lion Team, Jonathan León: «Siento que lo he defraudado, no hice lo que él esperaba. Es como un padre para mí, tenemos un vinculo muy fuerte él y yo».
Como en todo, siempre se pueden extraer notas positivas.
La primera. El canario fue derribado sí, pero cayó al suelo amarrando una sumisión cerradísima. Gran detalle técnico.
La segunda. Perdió por KO técnico pero nunca llegó a caer. Esto no le parece consolar mucho. «No, perder es perder», comenta sin titubear.
Viendo de nuevo la pelea y dejando de lado ese bajón físico, ¿qué hizo mal?, le pregunto. «Pues la verdad que debo meter más ritmo al principio del asalto. Quizás si hubiera metido más ritmo hubiera sido diferente», responde. El caso es que lo hecho, hecho está. Ahora solo queda un camino, el que titula este artículo.
«No. No me para la derrota, esto no se queda aquí», concluye.
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