¿Sabíais que a los 12 años Francis Ngannou empezó a trabajar en las minas de arena de su Camerún natal? Con veintitantos, se marchó a París persiguiendo un sueño: ser boxeador. Vivía en albergues. «No vengo a pedir limosna, sólo necesito un sitio para entrenar y llegar a ser campeón del mundo», dijo al entrenador de su primer gimnasio. Esta semana me he permitido el lujo de traducir, adaptar y resumir un gran artículo que ha escrito Chad Dundas para Bleacher Report sobre la nueva estrella del UFC, Francis Ngannou, ‘El Depredador’.
Le pregunto a Ngannou que me describa cómo fue su infancia en Camerún, momentáneamente se queda sin palabras.
«Es supervivencia», contesta. «Pura supervivencia».
Cuando Ngannou nació en el mes de septiembre de 1986, Camerún no tenía un sistema de educación pública. «Allí los niños tienen muchos problemas», dice. «Parece que lo tienen todo perdido antes incluso de nacer. No se les permite soñar, ser ambiciosos. Simplemente aceptan ser víctimas de sus vidas».
Pero Francis sí soñaba. Ver los problemas que tenía su madre (sus padres se divorciaron cuando él tenía seis años) fue su gran motivación para convertirse en luchador profesional. Sin embargo, nadie le tomaba en serio. Creció idolatrando a Mike Tyson pero en Batie (su ciudad natal) no había ningún sitio para aprender a boxear. La gente le decía que se relajara, «que soñaba demasiado grande».
Incapaces de pagar el coste de la escuela, Ngannou empezó a trabajar en las minas de arena a la edad de 12 años. A veces pasaba todo el día con agua hasta las espinillas, sacando arena del lecho del río. Luego, la arena era transportada a las grandes ciudades para usarla en la construcción.
A esa edad, su padre -un popular peleador callejero- ni estaba ni se le esperaba, ya que desapareció después del divorcio, dejando a la madre al cargo de Francis y sus cuatro hermanos. «Tenía muy mala reputación. Siempre tenía problemas con la ley. Así que cuando la gente me veía lo grande que era, se pensaban que yo sería como él. Odiaba eso. Pensaba, ‘ojalá nunca llegue a ser como ese hombre. Nunca», asevera Ngannou.
Con 22 años, se mudó a Douala, la ciudad más grande de Camerún donde empezó a boxear mientras trabajaba cargando bolsas de ropa. Con el tiempo, empezó a rondarle por la cabeza la idea de irse a Francia.
«Me decían, ‘hablas de Europa como si fuera el cielo. No es el cielo», comenta. «Yo contestaba, ‘sí, pero yo no necesito ningún cielo. Voy a hacer mi propio cielo y voy a luchar para conseguirlo. Voy a pelear para conseguir todo lo que he soñado».
En su primer día en París, Ngannou hizo tres cosas: saber dónde poder comer, dónde dormir y buscar un gimnasio de boxeo.
Llegó a uno que prometía. Esto es lo que le dijo al entrenador: «Acabo de llegar a Francia. Soy un sin techo y no tengo dinero, pero no estoy aquí para pedir limosna. Sólo necesito un sitio para entrenar porque voy a llegar a ser campeón del mundo».
Quizás si un tipo normal hubiera pronunciado idénticas palabras se le hubieran reído a la cara pero sus 193cm de altura y 115kg de peso fueron tomados en serio. Los compañeros del gimnasio le dijeron que si quería ganar dinero en los deportes de combate, debía probar en las Artes Marciales Mixtas. El problema es que no sabía nada de las MMA. «Me explicaron qué eran y me reí. Dije que no iba a hacer lucha y toda esa mie***», recuerda.
Su primer gimnasio en Paris cerraba los fines de semana y en vacaciones. Así que decidió probar suerte en otro. Su nueva casa (nunca mejor dicho) era propiedad de Fernand Lopez, un francés de origen camerunés como él que era exluchador de Artes Marciales Mixtas. Lopez le dio una bolsa llena de equipamiento deportivo y le dejó dormir en el gimnasio. Se acabaron las noches en los albergues.
«Cuando ves a alguien entrenar, lo puedes ver. No eres un mago pero puedes ver si alguien tiene el factor X. Para las MMA, él lo tiene», comenta Fernand Lopez, quién se convirtió en su entrenador hasta la fecha. Lopez se acuerda de una de las primeras sesiones de sparring de su nuevo pupilo con Christian M’Pumbu, peleador semipesado de Bellator. El inexperto Ngannou no es que fuera muy competitivo contra M’Pumbu, pero Lopez quedó fascinado por la vertiginosa rapidez con la que absorbía conceptos. Cosas que a un principiante le cuesta meses aprender y asimilar, a él le costaba pocos minutos.
El resto de la historia ya lo conocéis. En diciembre del 2015, «El Depredador» llega al UFC. Destroza al brasileño Luis Henrique y a partir de ahí empieza un ascenso que le ha llevado a -después de noquear a Overeem- estar llamando a las puertas del título pesado.
«Toda mi vida he estado peleando por nada. Ahora, trabajo por algo. Ya podéis imaginar la gran motivación que tengo».
¿Quién para a una bestia así? Señor Miocic, vaya entrenando duro.
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