Las Artes Marciales Mixtas son un deporte duro, creo que nadie lo pone en duda. Duro porque según qué pelea puede llevar al límite a los luchadores hasta el punto de no tener energía ni para lanzar un golpe más (¿os imagináis a un tenista sin fuerzas para sacar?). Y duro también por la propia naturaleza del deporte, la de agresión (aquí tu contrincante no quiere encestar en tu canasta como el baloncesto, quiere pegarte o someterte físicamente).
Como la dureza aumenta cuanto más nivel haya, para llegar a las promotoras importantes del mundo has de tener una de las cualidades más cruciales en los deportes más exigentes: resistencia.
No me refiero a resistencia en el sentido de buen acondicionamiento físico, eso es evidente (o eres un atleta o no entres en una jaula de pelea). Me refiero, en este caso, a la resistencia al dolor, al sacrificio, al aguante, al ser capaz de vencer a ese yo interno que te grita en los peores momentos «¡qué c*** hago aquí!».
Seguro que cuando a un corredor de larga distancia le empiezan a aparecer las primeras rampas a falta de 10 kilómetros para acabar piensa que en su casa estaría mejor. Le quedan 10.000 metros por delante de sufrimiento. Lo que hace a partir de ahí define a cada uno. ¿Seguir con dolor o retirarse? Ahí radica un hecho diferencial entre unos deportistas y otros, entre unas personas y otras.
En las Artes Marciales Mixtas puedes ser muy bueno técnicamente y lucir perfecto en un día soleado con viento a favor, pero si en el momento que aparecidas las nubes de lluvia no eres capaz de seguir bien ‘mojadito’ hacia adelante, quizás no sea este el deporte más adecuado. Tu futuro en las MMA se limitará a un verbo de la primera conjugación, ¿abandonar?
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