En Daguestán, la tierra de las montañas, Khabib Nurmagomedov (24-0) aguarda, con ese aura de imbatido, el momento de convertirse en el primer campeón ruso del UFC. Desde el Cáucaso norte, a orillas del Mar Caspio, tres son las palabras enviadas hacia occidente: Ganar, machacar, humillar.
Seguramente si cogiéramos a todos los luchadores de 70kg que hay en el mundo y les preguntáramos quién es el peleador con el que menos les gustaría luchar, el resultado mayoritario (casi unánime) sería contra él.
¿Qué tiene Nurmagomedov que le hace tan temible?
Cuando peleas contra alguien que es mucho mejor que tú en el golpeo, hasta el punto de que su superioridad llega a ser humillante, la única salida que te queda es intentar derribarlo y en el suelo que sea lo que Dios quiera. Al menos, hay una salida que pueda salvarte.
En cambio, cuando peleas contra alguien que te derriba cuando quiere, que te controla como quiere, que te golpea, que te intenta someter, que si te vuelves a levantar te vuelve a derribar y a golpear… ahí no hay salida alguna. Si te lleva al suelo Nurmagomedov, solo te queda aguantar e intentar sobrevivir. Si llegas al siguiente asalto, al menos tienes la certeza que la pelea comenzará de pie. Ese es el consuelo que debían tener gente como Abel Trujillo, Rafael dos Anjos, Darrell Horcher o Michael Johnson. En total, siete peleadores han parecido muñequitas de trapo en las ocho peleas de Khabib en el UFC. El único que no sucumbió a su wrestling fue Gleison Tibau (¡qué casualidad!, sancionado hoy en día por dopaje).
Se desconoce todavía quién será el elegido para disputarle el cinturón ligero a McGregor, si Nurmagomedov o Ferguson (también ha hecho méritos suficientes). Si fuera el ruso, ya puede afinar el irlandés su puntería en los primeros segundos de cada asalto porque en caso contrario, se convertirá en una víctima más del que todos temen.
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